Lo he vuelto meticuloso, calculador, metódico, implacable y frío…muy frío, tanto, que lo he congelado. Visto así, parece que he creado un monstruo, aunque, quién sabe, tal vez lo sea. Al fin y al cabo, mejor vivir felizmente en tu soledad que rodeado de mil sonrisas falsas. Y por aquí va la cosa. Falsedad, oportunismo, conveniencia, envidia, en fin, amigos y amigas de la mentira. Para unos esto suena a tópico y lo tienen superado, para otros suena a ignorancia o a novedad y no son conscientes de cómo llega a consumirte todo ese veneno, pero para otros es un verdadero infierno: aquellos que lo conocen y asumen como tópico pero no puede superarlo.
Yo era de ese sector, el sector mártir, el sector de los que "no les cabe el corazón en el pecho"...sí, el sector de los tontos. Ese tipo de gente que no tiene un “no” como respuesta a una petición, ese tipo de gente que antepone la felicidad de otros a la propia, ese tipo de gente que su felicidad, tristemente, a fin de cuentas depende de la de otros. Con corazón de ángel pero sin alas ni aureola, un tipo que pasa desapercibido, uno más que pasa distraído por tu lado en la calle. Es aquel que te aguanta la puerta y te dice “pase usted”, o aquel que da dinero a los mendigos aún sabiendo que no será para comer, sino para un cartón de vino, o aquel que te da su último cigarrillo con una sonrisa. Sí, ese era yo.
Pobres, no están hechos para vivir en este mundo de aflicción, y si te dicen que son felices te mienten o simplemente han caído en la locura. Nunca supe cuál de las dos opciones llevé a cabo, aunque es probable que ambas, lo que fuera por sobrevivir.
Y fue entonces cuando aprendí que vivir así (o malvivir, para ser más exactos) era inviable. El acierto estaba en el cambio, eso o morir de pena. A primera vista la elección era fácil y lógica, pero tomarla implicaba ciertas consecuencias morales: ¿Cómo iba a cambiar? ¿Cómo dejar de ser lo que era? ¿Cómo empezar a ser más egoísta, más tajante, más insensible, más monstruo, más feliz? Sí, realmente duele ese cambio, duele cuando te preguntan “Perdona, ¿me dejas tus apuntes para que me los copie? ¡es que voy superagobiada!” y decirles un claro y conciso “No” cuando antes hubieras movido cielo y tierra porque esa persona tuviera esos apuntes, duele cuando te preguntan “¿Me dejas hacer unas llamadas y 1€ 20 para el bus por favor? Es que he quedado con mi novio y me ha surgido de improvisto” y decirles “No” cuando sin duda antes se lo hubieras dado, en fin, que duele cuando piden tanto y dan nada y decirles “¡No!”. Pero amigos, este cambio no nos convierte en monstruos, nos convierte en valientes supervivientes, nos convierte en sabios. Porque este cambio no implica nada malo, vamos a seguir siendo buenas personas, pero de distinta forma, porque no podemos permitir que se aprovechen de nuestra bondad y caridad, porque ya no vas a dar más si tú no recibes, porque ya toca centrarse más en el ego y en la felicidad propia.
Sí amigos, escogí cambiar aunque doliera, cambié mi forma de ser y actuar, cambié mi corazón, lo convertí en un órgano casi inerte y lo puse a bajo cero, prácticamente ajeno a sentimientos e inmunizado a ellos, y fue entonces cuando conseguí ser, por fin, feliz.
Para todos aquellos que entienden el texto sabed que no estáis solos, y para todos aquellos que no entienden el significado de este texto y se han reído, se ríen y se reirán de nosotros sabed que perdéis vosotros más que nosotros, porque nosotros habremos perdido nuestra identidad, pero vosotros habéis perdido un ángel.